Letras pródigas
Tal vez esta característica, la de un taller de escritura no dirigido, donde todos somos maestros y aprendices al tiempo -una marcianada- sea lo que confiugure el espíritu del Bremen y a la vez, sea la única manera de crear con libertad genuina. Cada escritor en nosotros frente a su copa y en asamblea, pero con su propia gabardina: la que ha elegido para llevar. El Bremen permite extraer materia esencial de nuestras cabezas con menos ortopedia y disciplina un poco más de swing, lo cual, como mínimo, se traduce en más verdad.
«Cuentos como llamadas de atención. Cuentos que son un combate. Cuentos como escondites o como refugios atómicos. Cuentos que habitan una ralidad paralela más lógica y divertida. Cuentos que cobijan como el abrazo de un amigo o cuentos que dejan tiritando de no-se-sabe-qué inquietud. Cuentos que son una fiesta y elevan las gaas de vivir. Hay cuentos que nos convocan y cuentos que nos extrañan. Algunos nos hieren y otros nos iluminan y no es descabellado que ocurra a la vez. Todos nos atrapan, porque todos están escritos, inlcuso lo más eléctricos e improvisados, como un acto de fe personal».